Pero comencemos la historia por otro lado. John Harper , un ministro escocés del evangelio, embarcó en el
“Titanic” acompañado de su hija Nana, de seis años. Planeaba viajar hasta la Iglesia Moody, en Chicago, donde había sido invitado para predicar durante tres meses. Cuando el navío chocó en el fatídico iceberg y comenzó a sumergirse, Harper se preocupó de la seguridad de su hija colocándola en uno de los botes salvavidas. Entonces, hizo la última evangelización de su joven existencia. A medida que las aguas heladas comenzaron a invadir al navío, oyeron a Harper gritar:
— Dejen que las mujeres, los niños y los que no son salvos todavía embarquen en los botes salvavidas.
Los sobrevivientes relataron que Harper se quitó su propio chaleco salvavidas y lo dio a otro hombre.
— No se preocupe por mí – dijo –, yo no estoy yendo para abajo, estoy yendo para arriba.
Cuando el navío comenzó a hundirse, más de 1500 pasajeros saltaban o caían en las aguas heladas. Mientras ellos se sumergían gradualmente o se congelaban hasta la muerte, Harper nadaba entre los
pasajeros, instándoles a aceptar Cristo.
Apenas seis de las 1500 personas que luchaban dentro de las aguas fueron rescatadas, incluyendo a un hombre que más tarde se identificó como el último convertido de Harper. Este joven había subido sobre un montón de destrozos. Harper, que luchaba en las aguas muy cerca de él, gritó:
— ¿Usted es salvo?
— No – respondió el hombre.
Harper entonces gritó las palabras de las Escrituras: — Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.
El hombre no respondió, y momentos después, fue llevado lejos por las olas. Algunos minutos más tarde, la corriente colocó a los dos hombres próximos uno del otro.
Nuevamente Harper preguntó:
— ¿Usted es salvo?
— No.
— No.
Con el último soplo de su respiración, Harper gritó:
— Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.
Entonces se sumergió debajo de las olas por última vez. Allí, en aquel momento, el hombre a quien Harper hablara de Cristo, decidió entregar su vida a Él.
Cuatro años más tarde, cuando los sobrevivientes del “Titanic” se encontraron en Ontario, Canadá, este hombre, con lágrimas, dio su testimonio, contando cómo John Harper lo condujo al Señor Jesús.
Por supuesto, de esta dramática historia jamás se hizo una película. Vivimos en una cultura que parece más interesada en historias de ficción, romance, sexo ilícito y joyas costosas, que en el verdadero romance entre Dios y Su pueblo. Pero, cuando el asunto del Titanic salga a colación, cuente a sus amigos el «resto de la historia». Dígales acerca del joven escocés que dio testimonio de Cristo con su último suspiro. Certifíquese también de que sus hijos conozcan la historia. John Harper nos recuerda una gran lección, el secreto de los siglos: La vida vale mucho más de que simplemente sobrevivir.”